EN CLAVE INTERNA


Durante mucho, demasiado tiempo, tuvimos muy claro que no podía haber libertad sin democracia. La democracia nos había de traer derechos, participación,... libertad. Y la democracia llegó, y nos trajo todo lo que esperábamos... Y se legalizaron los partidos políticos, que debían canalizar la participación política del pueblo, en quien residía la soberanía. Y lo hicieron. Y los partidos convocaron sus congresos constituyentes, fundacionales, de renovación... Y los partidos escogieron las personas que debían dirigir sus destinos.

Y aquí termina la historia.


Sin libertad no hay democracia. Y si no podemos discrepar, si no podemos pensar por nosotros mismos, no hay libertad. Y no hay democracia sin derechos. Y si nos tienen que decir lo que tenemos que hacer, lo que tenemos que votar... no hay participación. Y sin participación no hay democracia. Y si la libertad y los derechos y la participación internas en los partidos son únicamente formales, si no son reales, la democracia interna en los partidos tampoco lo es.

Un partido no es más fuerte por tener una línea de pensamiento única. Un partido es más fuerte cuanto más abierto se muestra en el diálogo, en la discrepancia, cuanto más representa a la sociedad en que se ubica. De la discrepancia nacen las nuevas ideas, de la unanimidad la uniformidad. Si hacemos siempre lo mismo, si pensamos siempre lo mismo, obtendremos siempre el mismo resultado. Y una sociedad sólo evoluciona cuando es capaz de ver la realidad de forma distinta. Y un partido sólo evoluciona cuando es capaz de interpretar la sociedad de forma distinta.


Evolución es renovación. Renovación es cambio. El cambio es necesario. Los militantes lo reclaman. La sociedad lo reclama.


Y cambiar es hacer las cosas de manera diferente. Es interpretar las necesidades de la sociedad de forma diferente. Es establecer nuevas y diferentes formas de relación internas. Es explicar las cosas de forma diferente. Y no se producirá un cambio real si no se acepta la diferencia. Un partido moderno, desde luego de izquierdas, debe aceptar las diferentes sensibilidades que se manifiesten. Integración no es uniformidad. Integrar es aceptar la pluralidad, es reforzar los puntos comunes y aprovechar las discrepancias para aprender de ellas.


Tenemos una gran oportunidad para producir el cambio real, para evolucionar, para volver a conectar con la sociedad con la que nos hemos comprometido. Y no la podemos dejar pasar. 

Comentarios

Entradas populares