¿CÓMO SE SIENTEN?

“¿Cómo se sienten?”- pregunta un reportero a unos padres que acaban de perder a su hijo en un accidente. Yo, personalmente, estupefacto. Especialmente porque no es un caso aislado. ¿Cómo hemos llegado hasta aquí?

Hasta 1993, algunos programas tenían una sección, a la que dedicaban más o menos minutos, y en la que trataban asuntos que, en aquellos momentos, aún se definían como “de sociedad”. El tono de estas secciones era suave, educado y, sobre todo, objetivo: se informaba, sin opinar sobre ellos, de acontecimientos relacionados con personajes públicos, sus fiestas… bodas, bautizos y comuniones…

En ese año, sin embargo, TVE presentó el programa Corazón, corazón, pionero de una saga de productos dedicados exclusivamente a temas de “crónica rosa” A partir de ese momento las cadenas privadas (A3 y Telecinco especialmente), pero también algunas autonómicas (la Televisión Valenciana) se apuntan al carro y, como no, a la guerra de audiencias. ¡A ver quien la dice más gorda! Programas como Dónde estás corazón, Salsa Rosa, Aquí hay tomate, Tómbola, Dolce Vita… nos han presentado durante años el lado más oscuro de los personajes públicos de este país. Justificados por la audiencia (no entraré aquí en el debate de si fue primero la gallina o el huevo), no se han respetado edades, derechos, intimidades… se ha hablado de sanos y enfermos, de vivos y muertos…

Se han creado personajes para poder hablar de ellos después (“yo me acosté con fulano o mengana”, o con los dos al mismo tiempo si hace falta, y ahora vengo a explicarles a todos ustedes los detalles), y se han encumbrado personajes, personajillos y otras bestias… Se han pagado grandes cantidades de dinero por explicar las miserias de hermanos, de tías, de madres o de hijos. El espectáculo, dantesco, se ha trasladado a la ciudadanía anónima (El diario de Patricia).

Este tipo de periodismo ha triunfado, y se ha instalado en programas más generalistas, no dedicados al corazón (a veces, más que al corazón, se han dedicado a hígado, estómago y otras vísceras): España directo, Está pasando…en los que, con total impunidad explican, entre detalles escabrosos de un accidente, la receta de un besugo encebollado.

El otro día, sin ir más lejos, se produjo un hecho que resume, creo, esta visión del periodismo imperante en nuestra televisión: se mostraba la noticia de una persona que había construido un castillo de arena y para el que había necesitado 16 días de trabajo (no pretendo iniciar una polémica por los minutos de televisión dedicados a una noticia como ésta). La periodista, en directo, y no contenta con explicar los detalles de la construcción, se abalanza para, literalmente, “meter el dedo en ella”. Resultado, destruye una parte del castillo. El constructor, incrédulo ante lo que “está pasando”, retira a la periodista y se resigna a perder dos días más de trabajo para la reconstrucción. Desde el plató de televisión se insta a la periodista para que tranquilice al pobre hombre con la promesa de una “compensación económica” que le haga olvidar el disgusto.

A la periodista sólo le faltó preguntarle, “¿Cómo se siente?”.


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