REGENERACIÓN DEMOCRÁTICA

Si algo puede extraerse de la actual situación económica y política es la necesidad apremiante de llevar a cabo una profunda revisión de nuestro sistema. El modelo surgido de la Transición ha superado, con creces, su tiempo de supervivencia, llegando incluso más allá de lo que podía esperarse de ella a tenor de las debilidades que, desde sus inicios, padecía.

Se acumulan los aspectos a revisar, con el riesgo de que, a fuerza de afectar a varios de carácter fundamental, quiebre totalmente el sistema.

Una nueva sociedad que ha nacido y crecido en libertad, globalizada y organizada en redes sociales, y que nada debe a nadie pues nada ha recibido, exige una radicalización democrática que no le ofrece el modelo actual. La acumulación de casos de corrupción protagonizados por la mal llamada clase política, ya casi sin discrimación en cuanto a los principales partidos, se pone de manifiesto, precisamente, cuando la sociedad les exige mayor honestidad y transparencia, provocando, aún si cabe, mayor frustración. La crisis económica, que ha llevado a la pobreza a cientos de miles de famíllias, hasta situarlas en situación de extrema necesidad, ha magnificado la distancia entre ricos y pobres, poniendo de manifiesto una ruptura social casi irrecuperable ya, que se venía gestando en las últimas décadas bajo la apariencia de una falsa riqueza que ha resultado ser un tremendo gigante con cimientos de barro.

Las legítimas aspiraciones nacionalistas se han visto acentuadas ante la imposibilidad absoluta del actual modelo de dar respuesta a las necesidades planteadas por la ciudadanía de cada uno de los territorios, que buscan en modelos nacionales también una alternativa a sus problemas (comunes en todos los territorios) además de una respuesta a la propia pretensión de soberanía nacional. La clase media ha desaparecido casi por completo. La juventud, sin trabajo y sin un futuro claro. Los más mayores, que trabajaron no para ellos sinó para sus padres, y luego se sacrificaron para ofrecer a sus hijos un futuro mejor que el que tuvieron sus padres e incluso ellos mismos, ven con impotencia que de nada sirvió su sacrificio, y que en el mejor de los casos sus exiguas pensiones han de servir como único sustento propio, de hijos y de nietos. Millones de trabajadores sin trabajo, muchos de ellos sin prestación... y una regulación laboral que lejos de favorecer la creación de empleo ofrece vía libre a despidos cada vez más baratos (ya tenemos prácticamente un modelo de despido libre y avanzamos hacia uno de despido también gratuito).

Los recortes sociales, en sanidad, en educación, en justícia... se amontonan en los Consejos de Ministros de un Gobierno que presiona en una hemorragia incontrolada que amenaza con la muerte del enfermo.

El estado, en su actual configuración, no es capaz de responder ni tan sólo mínimamente a las necesidades más básicas de sus ciudadanos. Necesidades básicas, alimento, vivienda, sanidad primaria, educación... que en demasiadas ocasiones no pueden cubrirse más que por la desesperada actuación de organizaciones no gubernamentales, de entidades de caridad, de la solidaridad de vecinos, de familiares...

Un sistema verdaderamente democrático no puede permitir tanto despropósito, no puede abandonar a su suerte a sus ciudadanos. Y el nuestro debe reformularse, no habrá futuro sin regeneración.
Junto a la puesta en marcha de políticas activas de creación de empleo, imprescindibles para la reactivación de la economía que permita la reversión de las situaciones de necesidad extrema, deben llevarse a cabo numerosas reformas en el ámbito político.

Un nuevo modelo de vertebración territorial del estado, que reconozca la diversidad nacional y ofrezca un sistema de relaciones inter pares a las diferentes realidades nacionales entre sí y de éstas con el estado. Un proceso de racionalización de la administración pública, que reduzca su estructura y optimice su funcionamiento y organización (eliminando duplicidades e incluso triplicidades, sin perder la proximidad al ciudadano... la reforma del Senado...). Un nueva ley electoral, con una nueva distribución de las circunscripciones, más reducidas, que vinculen a los representantes con sus representados, con listas abiertas, una reforma fiscal que favorezca la redistribución de la riqueza (SICAV...)...un nuevo modelo de financiación de partidos políticos, un plan real y efectivo de lucha contra la corrupción...

La lista no acaba en estas reivindicaciones. Otras tantas, no necesariamente menos importantes, deberán incluirse más pronto que tarde para completar un proceso de regeneración democrática que ya no admite más aplazamientos.


Comentarios

Anónimo ha dicho que…
Quien dará fin a este despropósito. Que o quien tiene que salvar el estado de bienestar... Si es que todavía es posible. Si nuestros políticos se motivan por la corrupción y el ansia de poder.

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